El palacio Contaba con una galería al norte, retrete, oratorio y un salón con bóveda (encamonada como en la zarzuela), e imposta con sus lunetas en las lumbreras y alternando lo que antes era el refectorio de las monjas; se labra una bóveda de un salón que llega hasta la tribuna de la iglesia lo que labra la intención de construir un espacio continuo y abovedado (galería) entre el palacio y tribuna, y además de ejecutar su cubierta con su bóveda y lumbreras y con tres puertas de salida al exterior.

También contaba con 12 pilastras embebidas en los muros de tapia, que tenia dos puertas una que comunicaba con la huerta de las monjas (lo que indica el paso del conde-duque atreves de los jardines al convento i viceversa) y otra al exterior.

Se ha especulado mucho sobre la entidad y magnitud de esta “casa”; Gregorio Marañón describe someramente el edificio, ya que tuvo la oportunidad de visitarlo y fotografiar su fachada sur en ruinas, y hace una breve y concisa relación de sus habitaciones; dice: ”…es un edificio modesto, de un solo piso, con cuadra subterránea, a la que se baja por una rampa, como entonces era costumbre, a la izquierda del zaguán. De él parte una breve y ancha escalera que da acceso a la vivienda. Consiste ésta en dos crujías, la de la fachada principal, a la plaza, con tres habitaciones (una alcoba y dos despachos, uno de éstos con chimenea de piedra sencilla);y la posterior que da a una huerta y consta de una sola y amplia pieza que debía servir de sala de recepción. El exterior del palacio es humilde sin el menor adorno (…). Probablemente la servidumbre se alojaría en casas, hoy desaparecidas, al otro lado de la plaza. No hay tampoco dentro el menor lujo arquitectónico. Un zócalo de Talavera corría por todas las habitaciones la nota a pie de página nos informa de que el zócalo fue trasladado a la portería de las oficinas de la casa del Duque de Alba, en Madrid, que fueron demolidas en la década de 1930 adornadas por tapices viejos, como su mismo dueño declaró. La cuadra se componía de dos piezas, una para ocho animales y otra para tres.” Por las noticias históricas sabemos que la fachada e interior del palacio ya habían sido profundamente alterados en el siglo XIX.

Desafortunadamente Marañón no vio ni fotografió la fachada norte del edificio, y por ello nada dice sobre ella ni sobre el espacio libres próximo, ni de sus estanques, trazados de calles y cuarteles vegetales, ni de las cuadras. Sin embargo sus fotografías juntos con otros documentos nos permiten conocer y restituir el alzado sur.

Pero a la vista de las noticias sobre la construcción del edificio, resulta evidente que el palacio no solo es un sencillo edificio de planta rectangular independiente del convento y con una austera portada; las obras abarcaron realmente una extensión muy superior, extendiéndose hacia la iglesia por el lado de la epístola, llegando y superando la tribuna elevada crucero. Podemos pues hablar de un palacio visible y de un palacio oculto, comunicados por un paso “secreto” ó reservado 221 a través de un más íntima y privada del palacio visible (la más alejada de su único acceso), de modo que el conocimiento del segundo estaba reservado a unos pocos. También hemos visto que las ventanas eran treinta y dos: dieciséis en la fachada sur (ocho en el zócalo y ocho en la planta noble o principal) y otras tantas en la norte, aparte sur (ocho en el zócalo y ocho en la planta noble o principal) y otras tantas en la norte, aparte de las buhardas ó lumbreras que se hicieron sobre un espacio único abovedado que unía el palacio con la tribuna de la iglesia; como en la Zarzuela, en el palacio visible los huecos indicaban al exterior tres pisos ó niveles: Un semi-sótano con ventanas coincidentes con las superiores; un piso principal con ocho grandes vanos, y un bajo cubierta iluminado por buhardillas o mansardas.

El único acceso exterior era una portada de grandes dimensiones, expresamente diseñada para el paso del carruaje y tiro del conde-duque; el zaguán tenía a la izquierda entrando una escalera interior y un vano al norte análogo al de la portada principal (sur), con embocadura de cantería; al norte se encontrarían las cuadras y el garaje para el carruaje, ya que éste tendría imposible acomodo en el sótano. Al colocar este acceso y su zaguán al este, en el área medianera cantería; al norte se encontrarían las cuadras y el garaje para el carruaje, ya que éste tendría imposible acomodo en el sótano. Al colocar este acceso y su zaguán al este, en el área medianera con el preexistente convento carmelita, Alonso Carbonel independizó y separó el palacio de su imposible acomodo en el sótano. Al colocar este acceso y su zaguán al este, en el área medianera con el preexistente convento carmelita, Alonso Carbonel independizó y separó el palacio de su único vecino y con ello obligó, accediendo por su lado menor, a seguir un recorrido interior en sentido este-oeste en toda la longitud del edificio; es la misma disposición que hemos visto en la Real Armería madrileña, pero aumentando la luz entre las crujías, que en Loeches tienen una dimensión considerable 223; en efecto, las jácenas salvan casi 7,25m. de luz , y se apoyan en los muros de las fachadas norte y sur y en el central ó “espina”, siguiendo un esquema constructivo análogo en sección a la Zarzuela. Su longitud en sentido este-oeste era de 40,32m. y su superficie construida (como hemos visto en el epígrafe 1.6), era de 1.000m2 aprox.

El palacio oculto

El por qué y el para qué de este “palacio oculto” se justifica entre otras razones por el contexto en el que Carbonell trazó y dirigió las obras de Loeches: la recesión económica y la convulsa situación política hacían cada vez más factible su pérdida de poder; los enormes dispendios y las consecuentes críticas que comportaba la ejecución -bajo su dirección y con el mismo arquitecto- de las obras del Buen Retiro; la sospecha de que se producían desviaciones de fondos, materiales ó trabajadores, de una obra a otra, etc….

Olivares conjuga en su palacio una mesurada “austeridad visible” con el deseo de reafirmación política de su poder; su casa tenía que ser, para sí mismo y su círculo familiar y en segundo lugar para sus invitados y allegados, un espacio expositivo y demostrativo de su cultura, poder e influencia; de ahí la creación de ese palacio oculto (figs.98,99,100 y 101), con luminosos y amplios espacios lineales, volcados a unos jardines imperceptibles desde el exterior, cuya secuencia articula una auténtica galería de “obras de arte y objetos preciosos”. Todo ello conformaba una “manifestación prudente” del prestigio y reputación del valido en un emplazamiento estratégico (el señorío de Loeches), y a poca distancia (21-24kms.) de la capital. Como veremos en los apartados siguientes, palacio visible, palacio oculto y convento siguen un programa simbólico complejo, como la personalidad de su patrón.

LAS VISITAS REALES Y OTROS HECHOS SEÑALADOS.

La construcción de estas residencias campestres permitía estrechar el vínculo de su propietario con el rey y su familia, buscando la proximidad del monarca; este propósito, que como hemos visto el valido anterior consiguió reiteradamente invitando a Lerma a Felipe III, se repite en Loeches con Felipe IV y Olivares como protagonistas; una “excusa” ó motivo de peso era la invitación a pasar jornadas de caza en el lugar, afición favorita de los Austrias. Este fue el motivo por el que probablemente Olivares intentó repoblar cinegéticamente Loeches, llegando incluso a pleitos con los habitantes de la localidad. Aun cuando este intento resultó fallido, tenemos constancia de una serie de cuatro ocasiones en que Felipe IV visita Loeches.

EL AJUAR CONVENTUAL Y PALACIAL. SU INTERRELACION LA ARQUITECTURA CONSTRUIDA.

El Palacio y convento de Loeches se comprenden en su total extensión no solo como edificios arquitectónicos de uso monástico y residencial; alcanzan su pleno significado como contenedores de un ajuar, de un conjunto de bienes ligados a sus propietarios (los fundadores) y ocupantes (la comunidad dominica). Si bien en el convento los objetos de arte religioso eran la esencia de ese contenido, en el palacio (el visible más el oculto), este ajuar propiedad de los fundadores tiene tal protagonismo que condiciona la configuración arquitectónica del conjunto palacial. Es evidente que Alonso Carbonel proyecta la mayor parte de sus estancias como espacios expositivos de bienes diversos, sin descuidar una estrecha vinculación con el paisaje circundante, transformado y modelado según los deseos de su patrón y promotor. Volvemos a encontrar aquí la directa emulación del espíritu del emperador en Yuste

No hemos encontrado un inventario de los bienes muebles con que los conde-duques dotaron a su fundación, aunque sí ha sido posible conocer una parte por informaciones y noticias posteriores, no sólo de sus sucesores en el señorío de Loeches, sino también de los viajeros que años después dejaron testimonio de su estado a su paso por el lugar.

Olivares, pese a acumular un enorme poder y pujanza económica a lo largo de su valimiento, no fue dado a la ostentación escandalosa; su gusto y afición por los libros y las artes le hizo atesorar una gran biblioteca junto con un importante y valioso conjunto de cuadros, tapices, esculturas y otros bienes muebles, parte de los cuales tuvieron su acomodo en Loeches; por ello, y por razones tanto “de imagen” como arquitectónicas y constructivas, el “Palacio visible” era menos importante y extenso que el “Palacio oculto”. Éste quedaba a salvo de miradas indiscretas, y con ello de las críticas e incluso de los posibles robos tras las tapias del convento de clausura, en cuyo interior un jardín.

Su superficie era considerable (1.858m2 aprox.), y se desarrollaba en forma de “U” abierta a los jardines y al menos en dos plantas orientadas a este, norte y oeste. En su interior Olivares contaba con espacio suficiente para colocar y exponer sus bienes: Libros, cuadros de paisajes, tapices, tallas, trofeos, libros y otros bienes. Es muy probable que, a emulación de la Real Armería acopiara también útiles y distintivos de caballería, como armaduras y armas, varneses, jaeces, bocados, pinjantes, etc. Esta necesidad de conseguir una “secuencia de espacios expositivos” encontró su respuesta y traducción en la arquitectura y en la disposición de las estancias y sus orientaciones, dimensiones y vanos.

Mientras que la crujía norte del palacio visible tenía un recorrido expositivo de 31m. aprox. de longitud (a partir del zaguán hasta su límite oeste), en el palacio oculto esa longitud era de (27m.+31,10+22,00m.)= 80,10m; con forma de “U” (fig.102), tenía una altura libre superior a 3,50m. en su planta principal, y esbeltos huecos orientados al norte en su lado mayor para permitir una buena iluminación y evitar la radiación solar directa sobre los objetos. El espectador y visitante en su recorrido contemplaba a un lado (figs.103, 104 y 105) los objetos sobre una pared y a la derecha la alternancia de muros y vanos por los que entraba la luz natural, y que además permitían contemplar los jardines acuartelados, las fuentes y estanques, los árboles, y en fin, la “naturaleza transformada”, limitada por las tapias exteriores; esta “galería de trofeos” estaba directamente vinculada al palacio mediante un pasadizo subterráneo hoy visible y una conexión más al nivel de la planta principal, lo que además permitía al conde-duque acceder a nivel hasta su tribuna privada en el crucero de la iglesia.

Esta considerable altura de muros permitía tanto la colocación de tapices como la superposición en diferentes niveles de los cuadros y objetos al uso de la época, como evidencian las vistas de las “galerías de pinturas” obra de prestigiosos maestros de la época (Teniers, Brueghel, Janssen, etc.). En estos espacios también el conde-duque podría tanto disfrutar de sus cuadros, mapas y tallas como leer y estudiar los libros, ilustraciones, mapas y documentos de los inmensos fondos de su biblioteca.